2024, marzo 2
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Viaje en la noche de San Dositeo
Baroja escribía de noche, sentado a la camilla y al amor de sus faldas, con su brasero de picón y todo, encendido en invierno.
Si el Padre Hinojal (CMF; es decir, fraile claretiano) no mentía cuando lo explicaba en clase de Literatura, a Don Pío le gustaba hacerlo así, entre otras razones, porque con frecuencia empezaba a dar cabezadas y a soñar. Esos sueños, haciendo amalgamas, mezclas y combinaciones inauditas, le daban pie, o las adaptaba después, para las tramas de sus novelas.
La noche de San Dositeo es propicia para sueños y pesadillas. Ya no digamos si se la pasa uno pegado a la mesa camilla y al ordenador, tratando de escribir.
Poca gente conoce a ese santo pues su nombre solo aparece una vez cada cuatro años en el santoral y en los calendarios que lo incorporan; y es que San Dositeo se celebra el 29 de febrero.
Dositeo es un nombre que ha caído en desuso en España: las personas que lo llevan no pasan de 382 (la mayoría en Lugo y Orense) y tienen una edad promedio de 71 años, así es que, “dositeo” que cae… dositeo que no se repone… En cuanto a las “dositeas”… no pasan de veinte en total.
Aunque mucho peor lo tiene Frumencio, nombre que solo llevan 31 varones. ¡La pena que da ver que el nombre de ese mercader que llevó el cristianismo a Etiopía (gracias al cual existen las maravillosas iglesias de Lalibela (pinchar aquí) y se conserva el Arca de la Alianza) haya caído en desuso!
Dositeo significa don o regalo de Dios y el que haya cada vez menos gente que lo lleve solo indica lo poco en que tienen los papás a sus retoños, porque ¿qué mejor don que ese?
No creo que este año se haya celebrado mucho a San Dositeo, ya que es el patrón de Gaza, y en Gaza no están para celebraciones precisamente. Su nombre completo es San Dositeo de Palestina y, como vivió en el siglo VI, no produce ninguna animadversión especial, lo que permite que sea venerado igual por católicos, ortodoxos y coptos.
Entre las pesadillas que yo sufrí en la reciente noche de San Dositeo está el que me obligaban a matricularme en un curso de “gastronomía en un entorno de proyectos ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) que permitan generar educación a través de productos ecológicos de proximidad” . El curso era impartido en la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid.
Mon Dieu! Pensé. Ser director de esa cátedra es tanto como que te nombren archimandrita de Cafarnaúm. O archipámpano de Puerto Rico.
Comprendo que archipámpano o archimandrita son palabras que, como Dositeo, no conocen más de 382 españoles y que, por lo tanto, solo se pueden utilizar como venganza contra un presente lleno de palabros vacuos y utilizados por doquier a troche y moche.
Pero no hay que precipitarse. Archimandrita era un puesto eclesiástico justo inferior al de obispo y al que se le encargaba que supervisara a los abades de diversos monasterios. Terminó siendo un nombramiento puramente honorario con el que se distinguía a personas que lo mereciesen.
Archipámpano, según la RAE, es “persona que ejerce gran dignidad o autoridad imaginaria”.
Al caer en la cuenta de que todo era, o bien honorífico, o bien imaginario, empecé a tranquilizarme y decidí que, en vez de atender al menú de productos agrarios ecológicos que se me ofrecía para adquirir la correspondiente expertise, lo mejor que podía hacer era caer, como Baroja, en una ligera somnolencia. Pero la clase continuaba y se entabló una polémica entre la profesora y un alumno que no aceptaba que se tratara un tema ODS con tan poca perspectiva de género. De modo que lo que empezó como un debate cordial y un poco cursi, pero más bien amable, terminó con grandes voces que condujeron mi apacible sueño hacia un terreno tempestuoso.
La tempestad empezó en mi interior al plantearme si lo de una cátedra para la “Transformación Social Competitiva” tenía sentido. Desde la cátedra de San Pedro sí que se empezó a hablar de transformación social gracias a la encíclica Rerum Novarum de León XIII. Pero ¿y lo de competitiva? ¿Con quién habría de competir? ¿Con otras encíclicas?
Con mi déficit de atención a cuestas, empecé mirar por la ventana y el espectáculo me arrebató: un conjunto de nubes blancas se desplazaba a toda velocidad sobre un fondo de nubes negras. Todas de tamaño no muy grande. Algo nunca visto.
Intento coger mi móvil para inmortalizar la imagen, pero las nubes negras crecen y crecen y no llego a tiempo. Empezaron a estallar tormentas, unas cercanas y otras lejanas. Las lejanas dejaban ver la caída de granizadas espeluznantes sobre Navacerrada, Segovia y Ávila…
Pero mi ventana no está orientada al Norte, sino hacia el Oeste… Visión bilocada, pues, y granizadas apocalípticas. Al que pillaran lo liquidarían.
De repente el profesor en el aula soy yo e intento restablecer el orden. Hago que todos reparen en el diluvio universal que está cayendo; pido un Uber-barca para salir de allí, pero quien entra no es el remero sino el mismísimo Calderón de la Barca señalando al horizonte y recitando:
Primero nos pareció,
viendo que sus puntas tocan
con el cielo, que eran nubes
de las que a la mar se arrojan
a concebir en zafir
lluvias que en cristal abortan
Tras esa visión, los alumnos salen despavoridos y nos dejan a Calderón y a mí frente a frente. Pensé que debía darle la réplica (en los sueños me vengo arriba):
Una cátedra vacía
y un montón de sinsentidos
me llevan, por mil razones,
a salir despavorido.
Pero teniendo aquí enfrente
a Calderón de la Barca
no me queda más remedio
que convertirme en Petrarca.
E improvisar, de repente,
aunque me sepa muy mal,
pues preparar un poema
no es cosa de improvisar.
No lo requiere un producto
de mucha proximidad
ni la cátedra famosa
de transformación social
Que promueve con denuedo
en esta universidad
cursillos competitivos
que darán mucho que hablar
En esto irrumpió en el aula el mismísimo La Fontaine blandiendo una Agenda Myrga y gritando: ¡Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda!
Calderón y yo nos sentimos acongojados. Él se fue corriendo a preparar una nueva versión de “El príncipe Constante” y yo salí zumbando a tomar nota antes de que el sueño se me olvidara.
N.B.1 San Dositeo de Palestina fue discípulo de San Doroteo de Gaza, que lo fue de Juan el Venerable o Juan de Gaza, que fue amigo de San Barnasufio de Palestina, que …
N.B 2 Los coptos son de los pocos monofisitas que quedan, y sobreviven como pueden en Egipto. Si alguien vio Ágora, la película de Amenábar, recordará a Cirilo de Alejandría, el instigador del asesinato de Hipatia, la astrónoma, un Cirilo que, a lo que parece, no era muy agradable de trato.
Los monofisitas solo veían una naturaleza en Jesucristo, la divina, por lo que no aceptaron las conclusiones del Concilio de Calcedonia y, desde entonces, han vivido como herejes cristianos en medio del islam, aunque ellos también se llaman a sí mismos ortodoxos, y no han parado de soportar penalidades desde hace 1.400 años.
En España aún quedan 1.244 “cirilos”, con una edad media de 69.
Puede que a partir de ahora haya más Dositeos gracias a tu artículo. Y muy bueno tu poema onírico.