¿De dónde son los cantantes?
2024, marzo 16
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¿De dónde son los cantantes?
“¿De dónde serán? ¿Serán de la Habana? ¿Serán de Santiago? Tierra soberana…
Son de la loma… Cantan en el llano…”
En Cuba se hacían desde hace mucho la pregunta y a Cuba limitaban la respuesta. Los cantantes son de la loma y cantan en el llano. No hay más zarandajas. Pinchar aquí
Pero ¡ay! la respuesta es algo más complicada. Si hubiesen llegado a conocer a Prince, habrían tenido que cambiar el lugar de procedencia: viendo cantar y bailar a ese artista bajito y menudo se tenía la impresión de que el cantante era de Marte. Sobre todo, hace 30 años, justo después de que decidiera que ya no iba a utilizar su nombre. El nombre con el que había saltado a la fama.
Fue una decisión muy radical, al estilo de la del protagonista del spaghetti-western: “Mi nombre es Ninguno”.
Incluso más radical, porque el protagonista de la película (interpretado por Henry Fonda) al menos tenía un nombre: “Ninguno”. Pero Prince decidió que no se le pudiera llamar de ninguna manera.
Resultaba patético en su concierto en Madrid (Plaza de las Ventas, 21 de agosto de 1993) escuchar la voz en off de Mayte García que, con monocorde acento caribeño-anglosajón, repetía insistentemente que quien iba a actuar no era “el cantante antes conocido como Prince” sino… alguien sin nombre. O de nombre X. O cuyo nombre es amor… “Su nombre es amooor” insistía.
En realidad, sí que había adoptado un nombre: una combinación de los símbolos para hombre y mujer, un símbolo impronunciable. Y a ver quien presentaba al cantante con un símbolo impronunciable…
No estaba claro el porqué de que Prince hiciera aquél borrado de sí mismo. Podía ser un gesto de suma humildad. Impostada, claro: los gestos de humildad extrema siempre son gestos de extrema soberbia. Santa Teresa sabía mucho de esos gestos de humildad que solo pretendían llamar la atención y a una monja que se había apodado a sí misma “Sor estercolero”, la Santa le escribió diciendo: “Espero, hermana, que su humildad no sea solo cuestión de palabras”.
Pero ¡Oh decepción! Al salir a escena, Prince se arrancó con su conocida: My name is Prince! Y es que no era de Marte. Era de la loma… Y cantaba en el llano de Las Ventas…
Y, ¿De dónde son los emprendedores?
Algunos, también, son de Marte. No en vano uno de ellos quiere colocar un hombre allí antes que nadie.
¿Y que tiene en común con Prince? Las ganas de hacer el hinchapelotas y forzar a todo el globo terráqueo a que deje de llamar a la más plebeya de sus empresas por el nombre que tuvo desde su nacimiento. De modo que la empresa “antes conocida como Twitter” ahora se llama “X”.
¿Qué ha pretendido Elon Musk al cambiar una marca bien establecida como la de Twitter por algo tan ramplón como “X”?
Desde luego, aquí no hay falsa humildad en absoluto (de soberbia Elon Musk va bien servido). Los expertos en marketing se devanan los sesos, como lo hicieron con Prince, y no llegan a comprender el porqué de que el valioso “fondo de comercio” de una empresa se tire por la borda por las buenas.
Si es caso, hay una fijación con la letra X. Lo cantan sus otras empresas: para vehículos, existe el Modelo X de Tesla. Para cohetes, el SpaceX. A eso se añade, ahora, X.com.
Querer utilizar la X como identidad tiene algo de prometeico y de desafío a la Providencia: solo el Dios de Abraham se identificó a sí mismo desde la zarza ardiendo en el Sinaí de esa manera: “yo soy el que eXisto” al más que asustado Moisés. ¡No era para menos!
¿Será de Marte el emprendedor Mister Musk o será también de la loma? Desde luego, hace unos días su nave espacial Starship se deslomó al reentrar en la atmósfera, falta de aterrizar, como pretendía, en el llano.
La sabiduría de la canción cubana la quiso incorporar el cubano Severo Sarduy hace 56 años a su libro “De donde son los cantantes”, título que estuvo prohibido por la censura en la España de los últimos años de Franco. Se hablaba de él con veneración, y todo el mundo estaba deseando que se publicara.
La decepción no pudo ser mayor: mientras que en las entrevistas en TVE (como la que le hizo Joaquín Serrano) Severo Sarduy se revelaba como un gran narrador y conversador (pinchar aquí), en su libro se metía en las camisas de once varas del experimentalismo propio de la época y, a pesar del gran gancho del título, el libro se convertía en algo indigesto.
Es lo que pasó con muchos libros censurados: que después no estaban a la altura de las expectativas. La censura consigue convertir en mitos las cosas más inverosímiles: entre los afiliados al PCE corría la especie de que Santiago Carrillo, en su despacho en París, tenía guardadas verdaderas obras maestras de la literatura, de autores censurados que, con la llegada de las libertades, podrían publicarse.
Quienes propalaban la especie parecían venir de Marte también. O estar en la Luna. Pero las obras nunca vinieron de la loma ni cantaron en el llano.
La manera en que Severo Sarduy habla en sus entrevistas (que nadie se pierda la de más arriba en TVE) de España, de Cuba, de su amor por lo español, por nuestro idioma, por la precisión con que se expresaban sus padres, etc. es muy emocionante. Tiene esa soltura con la que sólo los que vienen de América saben expresarse. Como hace Alma María, de Los Tres Sudamericanos, cantándole a Ud., que está leyendo esto: Gracias, gracias, España (pinchar aquí) !
De donde vendrán los cantantes…